lunes, 28 de junio de 2010

Las Mujeres de mi generación Luis Sepúlveda Calbucura Santiago de Chile, 1999
Las mujeres de mi generación abrieron sus pétalos rebeldes
de rosas, camelias, orquídeas u otras yerbas, de saloncitos tristes, de casitas burguesas, de costumbres añejas, Sino de yuyos peregrinos entre vientos. Porque las mujeres de mi generación florecieron en las calles, en las fábricas se hicieron hilanderas de sueños, en el sindicato organizaron el amor según sus sabios criterios Es decir, dijeron las mujeres de mi generación, a cada cual según su necesidad y capacidad de respuesta, como en la lucha golpe a golpe en el amor beso a beso. Y en las aulas argentinas, chilenas o uruguayas supieron lo que tenían que saber para el saber glorioso de las mujeres de mi generación. Minifalderas en flor de los setenta, las mujeres de mi generación no ocultaron ni las sombras de sus muslos que fueron los de Tania. Erotizando con el mayor de los calibres los caminos duros de la cita con la muerte. Porque las mujeres de mi generación bebieron con ganas del vino de los vivos acudieron a todas las llamadas y fueron dignidad en la derrota. En los cuarteles les llamaron putas y no las ofendieron porque venían de un bosque de sinónimos alegres: Minas, Grelas, Percantas, Cabritas, Minones, Gurisas, Garotas, Zipotas, Viejas, Chavalas, Señoritas Hasta que ellas mismas escribieron la palabra Compañera en todas las espaldas y en los muros de todos los hoteles. Porque las mujeres de mi generación nos marcaron con el fuego indeleble de sus uñas la verdad universal de sus derechos. Conocieron la cárcel y los golpes Habitaron en mil patrias y en ninguna Lloraron a sus muertos y a los míos como suyos Dieron calor al frío y al cansancio deseos Al agua sabor y al fuego lo orientaron por un rumbo cierto. Las mujeres de mi generación parieron hijos eternos, cantando Summertime les dieron teta, fumaron marihuana en los descansos, danzaron lo mejor del vino y bebieron las mejores melodías Porque las mujeres de mi generación nos enseñaron que la vida no se ofrece a sorbos compañeros, sino de golpe y hasta el fondo de las consecuencias. Fueron estudiantes, mineras, sindicalistas, obreras artesanas, actrices, guerrilleras, hasta madres y parejas en los ratos libres de la Resistencia Porque las mujeres de mi generación sólo respetaron los límites que superaban todas las fronteras. Internacionalistas del cariño, brigadistas del amor, comisarias del decir te quiero, milicianas de la caricia. Entre batalla y batalla las mujeres de mi generación lo dieron todo Y dijeron que apenas eso era suficiente Las declararon viudas en Córdoba y en Tlatelolco Las vistieron de negro en Puerto Montt y Sao Paulo Y en Santiago, Buenos Aires o Montevideo fueron las únicas estrellas de la larga noche clandestina. Sus canas no son canas sino una forma de ser para el qué hacer que les espera. Las arrugas que asoman en sus rostros dicen he reído y he llorado y volvería a hacerlo. Las mujeres de mi generación han ganado algunos kilos de razones que se pegan a sus cuerpos, se mueven algo más lentas cansadas de esperarnos en las metas. Escriben cartas que incendian las memorias. Recuerdan aromas proscritos y los cantan. Inventan cada día las palabras y con ellas nos empujan Nombran las cosas y nos amueblan el mundo Escriben verdades en la arena y las ofrendan al mar Nos convocan y nos paren sobre la mesa dispuesta. Ellas dicen pan, trabajo, justicia, libertad Y la prudencia se transforma en vergüenza. Las mujeres de mi generación son como las barricadas: Protegen y animan, dan confianza y suavizan el filo de la ira. Las mujeres de mi generación son como un puño cerrado que resguarda con violencia la ternura del mundo. Las mujeres de mi generación no gritan porque ellas derrotaron al silencio. Si algo nos marca, son ellas. La identidad del siglo son ellas. Ellas: la fe devuelta, el valor oculto en un panfleto el beso clandestino, el retorno a todos los derechos Un tango en la serena soledad de un aeropuerto, un poema de Gelman escrito en una servilleta Benedetti compartido en el planeta de un paraguas, los nombres de los amigos guardados con ramitas de lavanda Las cartas que hacen besar al cartero Las manos que sostienen los retratos de mis muertos Los elementos simples de los días que aterran al tirano La compleja arquitectura de los sueños de tus nietos. Lo son todo y todo lo sostienen Porque todo viene con sus pasos y nos llega y nos sorprende. No hay soledad donde ellas miren Ni olvido mientras ellas canten. Intelectuales del instinto, instinto de la razón Prueba de fuerza para el fuerte y amorosa vitamina del débil. Así son ellas, las únicas, irrepetibles, imprescindibles sufridas, golpeadas , negadas pero invictas

domingo, 27 de junio de 2010

Un pequeño trozo de tela remendada con nudos, parches, hilos de varios colores, texturas, sensaciones que se despiertan en nosotros al ver cómo crece y crece y se agranda y sigue creciendo. Cada vez más grande, más lindo, más nuestro. Adonde quiera que vayas, siempre encontrás reflejado en tus sentidos, un dejo de esa bandera que hace mucho empezaste a ver formarse. Ahí están escritas tus historias. Tu vida relatada en retazos, uniendo partes y momentos que se fueron y volvieron y en algún momento van a irse de nuevo para volver. Mirás como desconcertado hoy y pensás en aquello que era ayer. No podés creer que esa retazo que luego fue bandera, es hoy un trapo que cubre toda tu popular. Es todo eso que alguna vez soñaste con ver, lo idealizabas, salió bien, tan bien que hoy podés verlo, erizándote la piel cuando le prestás atención. Pasa el tiempo y ese trapo que viste ayer no deja de crecer. Y tenés más historias para contar, más bien dicho tiene. Te vio crecer a vos también, junto a él. Son dos en uno y uno en dos.
A veces estás, colgado de nada y te das cuenta que ese trapo ya no es más un trapo. Hoy es importante y tiene todo lo que vos pusiste en él. Parte de vos, de él, de aquel. Creció más que nunca y cambió mucho. Perdió tantas cosas, algunas de las más lindas que tenía. Pero nunca, nunca va a dejar atrás esa esencia que tanto te marcó. Nunca te vas a olvidar de esas cosas que te hicieron sentir más que nunca en casa. Porque el barrio siempre va a ser tu casa.

miércoles, 16 de junio de 2010

Siempre uno al lado del otro, creciendo. Haciendonos personas, maduros, pegados, unidos, cercanos aún cuando lejanos. Desde los primeros hasta los últimos de los días, siempre pegados. Desde allá, desde acá, para allí, aquí, no importa dónde ni cuando. Bien adentro de uno mismo, en lo más profundo, casi donde ya no se percibe hay guardadito, un lugar, para sentir más que nunca. Hay un rinconcito donde los días de lluvia, los días sensibles, los días normales, las noches de frío, los soles en la terraza y las lunas menguantes nos hacen ir. Adentro, bien adentro nuestro, haciendo retrospectiva a nuestro interior. Pensando una y mil veces llego allá, donde sólo yo puedo llegar. Sonrisas, llantos, emociones, abrazos, peleas, guerras, insultos, mentiras, dolores, amores. Es increíble ver crecer, estando tan lejos. Lágrimas caen rodando, la nostalgia inunda la habitación. Recorro momentos, recuerdos, historias. Te siento tan cerca y en materia, estás tan pero tan lejos. Es difícil entender como un mismo amor, tan lindo y puro, hace arder el pecho de tanto dolor. Hace llorar hasta humedecr los pómulos más fríos, temblar los huesos más pequeños y estremecer hasta el último poro del cuerpo. Quiero sentir otra vez, el calor de un abrazo enorme donde puedo esconderme y protegerme de todo lo que está afuera. Necesito gritar hasta descargar la amargura que se siente, desde acá, tenerte allá. Quiero volver a ver esos ojos miel que iluminan el camino de mi vida y me ayudan a saber por dónde transitar. Deseo tenerte al lado otra vez para recordar dulcemente el sonido de tu voz. Anhelo verte, de nuevo hermano, sonriendole a la vida desde la cama de al lado.