lunes, 10 de mayo de 2010

Pero de arquitectura conoce sólo el arquitecto, no el edificio. El edificio no se siente su arquitectura. Siente su piedra, su mármol, su adobe. Y yo me sentía mi carne y mi sangre. Yo vivía mi carne y mi sangre. Pero unos a otros nos aprehendemos por la forma y pensamos estúpidamente que la forma es siempre el signo fiel de la sustancia. ¿Y cuando no lo es? ¿cuando la forma expresa lo contrario de lo que es la sustancia? ¿cuando la forma traiciona a la sustancia? ¿quién mitiga ese error? El jorobado y el enano que la gente ve pasar a su lado tal vez sean más infelices que lo que la gente cree, porque la gente cree que el ser del enano y del jorobado también es enano y jorobado. Y quizás no, quizás no. Quizás el ser del contrahecho sea el mismo ser del hermoso, pero pretendemos que el contrahecho viva según su forma, y ahí está la tragedia, porque la forma no se vive, la forma se percibe, y se percibe desde afuera. Lo que cada uno vive es su sustancia.

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